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A las habituales condiciones de los migrantes, como pobreza, hacinamiento, marginación, carencias alimenticias, educativas y de sanidad, se suma la emergencia por la COVID-19, que hace a este grupo especialmente vulnerable ante el coronavirus.
“Mientras no tengan una situación regular migratoria en México, seguirán en situación precaria, porque sin un permiso legal no tienen ningún derecho a los servicios de salud que brinda el Estado”, señaló Guillermo Castillo Ramírez, investigador del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM.
Ante la contingencia, este grupo tiene dos vías: solventar la situación como pueda o recurrir a casas de migrantes y albergues, donde se ofrece ayuda de la sociedad civil.
“Estos albergues proveen servicios, ocasionalmente de salud, y son organizaciones bien estructuradas, pero rebasadas, sobre todo desde hace dos años que iniciaron las caravanas”, recordó el antropólogo.
Existen diferencias entre los que viajan en algunas rutas del país con algún apoyo económico o con “polleros”, y quienes viajan por su cuenta; estos últimos sufren una marginación aún mayor.
En general, se trata de personas jóvenes y en etapa productiva, “pero los mayores riesgos de salud son para las familias con niños pequeños o no acompañados, para mujeres embarazadas o para personas de la tercera edad, en especial si llevan un mes y medio de trayecto”.
Contingencia agrava situación
La COVID-19 acentúa su condición precaria por la dificultad para acceder a servicios de salud, remarcó.
Además, los albergues que los atienden están al límite de su capacidad y muchos han dejado de recibir gente hasta tener la certeza de que no están contagiados, para respetar las medidas sanitarias, y porque no tienen las condiciones para contender con una epidemia, sostuvo.
Este escenario no es exclusivo de México, ocurre en EU, Grecia o Alemania. “Entonces, por su marginación estructural son un grupo más vulnerable y su situación compleja se agravará”, concluyó.