_ En los años 20, tras décadas de exploraciones en manos de extranjeros, lideró la primera expedición gubernamental en Chiapas En los confines de la selva lacandona (sic) es un texto riguroso en lo científico pero que también puede disfrutarse como una amena crónica de viaje
Hace 94 años, el arqueólogo Enrique Juan Palacios Mendoza (1881-1953) publicó el libro En los confines de la selva lacandona (sic). Exploraciones en el estado de Chiapas, mayo-agosto 1926, relevante por dar cuenta de la primera misión arqueológica que, tras casi un siglo de exploraciones y, a menudo, de saqueos a manos de estadounidenses y europeos, era financiada por el gobierno mexicano en esa entidad.
A pesar de esta relevante característica, la obra, presentada durante el XXIII Congreso de Americanistas, en 1928, en Nueva York, cayó en el olvido. Por ello, hoy esta reedición, a cargo de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), cobra realce y la pone al alcance de los lectores, mediante la colaboración con la Secretaría de Cultura y Artes de Yucatán y la editorial El Dragón Rojo.
No se trata de un facsimilar, toda vez que la reedición incluye anotaciones y cuenta con un estudio introductorio de la investigadora la Dirección de Estudios Históricos del INAH, Haydeé López Hernández.
Para la arqueóloga, quien presentó la novedad editorial en la reciente 33 Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia, un primer rasgo que destaca en el texto es que, al provenir de una pluma mexicana, se aleja del exotismo con el que muchos exploradores extranjeros de finales del siglo XIX o inicios del XX –Frederick Catherwood, Désiré Charnay, Alfred Maudslay o Teobert Maler, entre otros– describieron a los sitios arqueológicos mayas y a los pueblos indígenas de la región.
Juan Palacios, apunta en el proemio el académico de la Universidad del Estado de Arizona, Ramón Folch Fernández, es un punto medio “entre dos épocas de la antropología en México: la de los exploradores y la de la institucionalización”, con descripciones rigurosas desde lo científico, pero que “no dejan de ser narraciones de un viaje a la última comarca nacional”.
De este modo, el libro también puede disfrutarse desde el género de la literatura de viajes, con episodios que, por ejemplo, transportan al lector a las calurosas calles de Tonalá, Chiapas, pueblo que goza de la fama de “ser algo como un horno, una especie de antesala del infierno”, donde el viajante, si tiene fortuna, puede encontrarse con un clima que no rebasa los 36 grados centígrados.
En Tonalá, Tuxtla Gutiérrez, Chiapa de Corzo, Comitán y otros poblados que Palacios recorrió en su camino a ciudades antiguas, ya entonces conocidas, como Palenque o Yaxchilán, así como a otras que fueron registradas por primera vez por este grupo de expedicionarios mexicanos –caso de la urbe de Poco-Uinic–, las descripciones dejadas por el arqueólogo gozan de una narrativa fluida y una mirada aguda.
Además de incluir situaciones anecdóticas, la reedición de esta obra de Enrique Juan Palacios, apuntan Ramón Folch y Haydeé López en la publicación, representa un justo homenaje a un arqueólogo pionero en México, contemporáneo de figuras conocidas, como Leopoldo Batres, Manuel Gamio y Alfonso Caso, quien además de explorar diversos sitios en Veracruz, Puebla, Campeche, Oaxaca, Guanajuato y el Estado de México, fue un destacado analista de restos materiales, como la cerámica, así como uno de los primeros mexicanos que intentó descifrar sistemáticamente la escritura jeroglífica maya.
En los confines de la selva lacandona. Exploraciones en el estado de Chiapas, mayo-agosto 1926 está disponible en la red de librerías del INAH y de la editorial El Dragón Rojo.
