Turismo por: Equipo de redacción PUBLICAN ÚLTIMA INVESTIGACIÓN DEL ARQUEÓLOGO ÁNGEL GARCÍA COOK SOBRE LA REGIÓN HUASTECA 2017-11-27

Uno de los principales legados que dejó el arqueólogo e investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Ángel García Cook (1937-2017), fue el libro Figurillas del Formativo de la planicie costera del noreste de México, en la que establece siete fases culturales de dicho periodo en la región de la Huasteca, con más de 900 años de ocupación.

El volumen, editado por el INAH, aborda dos investigaciones realizadas por García Cook y la arqueóloga Beatriz Leonor Merino Carrión (1950-2002) en las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado: el Proyecto Arqueológico Huasteca, un programa de salvamento arqueológico donde se registraron más de 500 sitios, y el Proyecto Definición del Formativo en la Cuenca Baja del Pánuco, que dedicó cuatro temporadas de excavaciones al sitio HV-24 o Altamirano.

Durante las exploraciones en ambos lugares, los materiales culturales más abundantes fueron las figurillas: la mayoría correspondió al periodo Formativo y procedió de Altamirano. Se hallaron más de seis mil piezas con representaciones de animales y humanos, así como de prácticas y creencias religiosas, y de actividades cotidianas, rasgos físicos y culturales que los autores del libro se dieron a la tarea de clasificar para aportar información valiosa sobre el desarrollo cultural de la Huasteca.

La secuencia propuesta por García Cook y Merino Carrión (1950-2002) para el periodo Formativo o Preclásico (1700 a.C. a 200 d.C.) se estableció a partir de 40 fechamientos por carbono 14 de material proveniente de algunos pozos de sondeo realizados en Altamirano, al norte de Veracruz.

Las siete fases son: Chajil (1700 a.C. a 1400 a.C.); Pujal (1400 a. C. a 1150 a.C.); Chacas (1150 a.C. a 900 a.C.); Tampaón (900 a.C. a 650 a.C.); Tantuán I (650 a.C. a 350 a.C) Tantuán II (350 a.C. a 100 a.C) y Tantuán III (100 a.C. al 200 d.C.), que actualmente son un referente para aquellos estudiosos de la región, sostuvo la arqueóloga Denisse Gómez Santiago, quien trabajó durante siete años al lado del maestro García Cook en la edición del libro.

Adscrita al Proyecto Arqueológico Cantona, la investigadora también colaboró en el análisis y elaboración de la tipología de más de seis mil figurillas localizadas en la Huasteca, la mayoría encontradas en contextos sellados y otras en recorridos de superficie. De este conjunto, más de 5 mil se ubicaron al noreste del asentamiento Altamirano, entre 1978 y 1981.

Las figurillas de Altamirano pertenecían al ámbito doméstico de una sociedad primitiva, se trataba de una casa habitación en la que se hallaron 34 entierros humanos y tres de cánidos, así como una serie de objetos cerámicos. “Era un sitio arqueológico muy rico, por eso se encontraron tantas figurillas en ese espacio residencial, sin embargo, nuestro trabajo se centró en el registro, por lo que aún falta mucha investigación”, puntualizó la arqueóloga.

El análisis tipológico se realizó a lo largo de tres años, en los que Gómez Santiago y el maestro García Cook lograron organizar las figurillas en 55 grupos de acuerdo con sus características físicas. Cabe destacar que 27 de ellos no tenían antecedentes en la literatura arqueológica de la región.

Para la catalogación se tomaron en cuenta los referentes existentes en bibliografías y se vio que algunas piezas tenían relación con las halladas en la Costa del Golfo, la Cuenca de México y Oaxaca. Para las que no tenían ningún referente el maestro García Cook creó una nomenclatura relacionada con la flora y la fauna de la región. Por ejemplo, a las piezas que tenían una capa de chapopote las nombró Mico negro, otras Tejón jorobado, porque presentaban una protuberancia.

Las figurillas de barro tienen siete centímetros de alto con características zoomorfas, antropomorfas, representaciones de deidades y bultos mortuorios. En ese vasto universo también se hallaron figurillas con modificaciones craneales, mutilación dental, representación de escarificaciones, así como pintura corporal.

El estudio también determinó que existieron dos tradiciones culturales o técnicas de factura desde el inicio de la vida sedentaria en la región (1700 a.C.): una caracterizada por las figurillas de pasta fina, muy bien definidas, que presentan pintura roja, amarilla, azul y negra, la cual provenía posiblemente del suroeste de Estados Unidos debido a su semejanza con las figuras conocidas como kachinas, abundantes en esta región.

La otra técnica tiene características más burdas que, al parecer, provenía del sur y sureste de México, cuyos rasgos negroides tienen que ver con la tradición olmeca de la Costa del Golfo.

Ambas convivieron en el mismo espacio y tiempo, lo que habla de un flujo constante de gente que entraba y salía de la región.

Cabe destacar que 70 por ciento de las figurillas son femeninas y están desnudas, aunque abundan los tocados más que la indumentaria. Otra característica en su manufactura: cuerpos modelados cuya cabeza lleva una especie de espiga que se empotraba en el cuerpo. Hay una combinación de piezas sólidas con huecas.

A decir de la arqueóloga Denisse Gómez Santiago, los sitios explorados en la cuenca baja del Pánuco estaban conformados por sociedades matriarcales en las que se daba mucha importancia a los cánidos, que eran sus acompañantes. En la colección analizada se han encontrado muchas representaciones de perros, incluso como juguetes.

Asimismo, dijo que a través de las figurillas se pueden ver todas las etapas de la vida del ser humano, desde niños, mujeres embarazadas, ancianos, así como personas enfermas o con malformaciones.

“Las figurillas masculinas más importantes son los jugadores de pelota, lo cual es extraño porque no hay muchas canchas de juegos de pelota en la región, hasta mediados del periodo Formativo”, finalizó.