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Viernes 26 de abril de 2024

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Con reunión entre amigos y una exposición recuerdan al fotoactivista Jorge Acevedo

Con reunión entre amigos y una exposición recuerdan al fotoactivista Jorge Acevedo

Con reunión entre amigos y una exposición recuerdan al fotoactivista Jorge Acevedo

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Los investigadores Teresa Márquez, Rebeca Monroy y Abraham Nahón, manifestaron que sus tomas eran la materialización de sus convicciones sociales.

Memorias de la fotografía documental y de las ganas de cambiar la vida reúne 22 imágenes; permanecerá en la DEH hasta el 13 de septiembre.


Jorge Acevedo Mendoza falleció hace poco más de un mes, a los 70 años, pero sus imágenes quedan como reflejo de un ser humano comprometido con sus semejantes; a través del trabajo fotodocumental, directo y simbólico, materializó convicciones que mantuvo hasta el final de sus días, así lo expresaron amigos y compañeros de lucha —aún en duelo— en la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del INAH, donde su titular, la maestra María Eugenia del Valle, inauguró una exposición de su obra.

La presencia en la muestra de actualidad, como las condiciones de vida de grupos marginados o las movilizaciones sindicales, revelan la mirada crítica y sensible del fotoactivista, consciente de que los problemas del país derivaban de una profunda desigualdad. Por ello, no deja de ser un privilegio, que este personaje haya forjado parte de la vida del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), durante 45 años.

Los investigadores, colegas y compañeros de lucha, Teresa Márquez, Rebeca Monroy y Abraham Nahón, quienes participaron en el conversatorio in memoriam a Jorge Acevedo, invitaron a visitar Memorias de la fotografía documental y de las ganas de cambiar la vida —la cual permanecerá hasta el 13 de septiembre en la sede de la DEH, calle Allende 172, Tlalpan centro—, pues es una aproximación al espíritu solidario y trascendente de su autor.

Monroy recordó que Acevedo, apenas un veinteañero, se incorporó al Instituto como fotógrafo del entonces Departamento de Monumentos Coloniales, donde en los fríos muros del Ex Convento de Churubusco se convirtió en un maestro del revelado, “tan celoso era de su labor, que nunca permitió que alguien más diera vida a sus fotografías. Fiel a sus cámaras Nikon de 35 mm y a la imagen argéntica”.

En esa época —continuó—, el joven fotógrafo ocupaba sus noches en estudiar en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) y en registrar esos momentos que sólo pueden ocurrir a media luz en la gran urbe capitalina. Con el tiempo, acuñó un estilo marcado por el alto contraste, el cual lo convertiría en un “antropólogo de la imagen visual”.

“Después del Movimiento de 1968, Jorge fue un convencido de que la fotografía era sustancial para cambiar la vida, porque iba más allá de las falsas noticias. A pesar de no tener fuente editorial o periodística, era un fotodocumentalista nato. Su conciencia histórica lo llevó a defender desde su trinchera fotográfica los derechos sociales, procuró la justicia y la equidad.

“Fue además promotor del grupo de Fotógrafos Independientes, con Pedro Valtierra, Javier Hinojosa, Marco Antonio Cruz, David Maawad, Eleazar López, entre otros; mantuvo su independencia y fue un gran defensor del contenido de las imágenes. En su cámara, las mujeres, los niños, los obreros, los estudiantes y los campesinos tuvieron un lugar prioritario”, sostuvo la investigadora de la DEH.

Rosa Estela Reyes, directora del Centro INAH Querétaro, recordó aquellos tiempos cuando la lucha sindical unió su destino al de Jorge Acevedo, quien como secretario general de la Delegación D-III-24, de los Trabajadores Administrativos, Técnicos y Manuales del INAH, promovió la retabulación de salarios y cotizaciones, un hecho que dignificó sus tareas, ya que en la fuerza sindical veía un pilar para robustecer a la institución.

No obstante —dijo—, esta inquietud ideológica venía de tiempo atrás, porque ya como estudiante del CUEC había tenido algunas incursiones en la defensa de los derechos colectivos, un aspecto que compartió con su compañero de banca y amigo Antonio Saborit, actual director del Museo Nacional de Antropología. En ese periodo estudiantil, en película Super-8, rodó el premiado documental Mi lucha, en el cual abordó la vida de un repartidor de periódicos que se convertía en luchador al caer la noche.

Pese a que, en 1985, dejó su natal Ciudad de México para mudarse a Oaxaca, Jorge Acevedo nunca cejó en sus propósitos sociales, de esta etapa conversó su amigo el poeta e investigador Abraham Nahón, quien señaló que su maestro se integró al Grupo Luz 96 —fotógrafos de Oaxaca—, al cual se sumaría el artista Francisco Toledo y daría lugar al Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, espacio donde se han formado nuevas generaciones.

“Su vida en Oaxaca constituye un punto de inflexión en su mirada, formada en sus muchos viajes al Istmo, a los Valles Centrales, a la Mixteca y a la Costa. Ahí logró darles una fuerza estética a sus imágenes, al confrontar la visión convencional de la fotografía indigenista y comercial. Prefirió enfatizar los acontecimientos cotidianos, la dimensión humana frente al infortunio, el humor infiltrado en la cultura popular, así como el carácter perfomático de una sociedad de máscaras y rituales, proyectando su transfiguración”.

Nahón, quien labora en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, tuvo la oportunidad de trabajar con el archivo de Acevedo y concebir juntos —hace tres años— la muestra Al país de la ilusión, en el Museo de las Culturas de Oaxaca. “Gracias a Jorge Acevedo Mendoza tenemos un gran legado de imágenes y visiones en donde se trasluce el festejo, el abandono, la soledad, la lucha social, el juego, los ritos y la transformación de las identidades en una nación siempre vista con suspicacia, ironía, dolor, desconfianza, creatividad y enamoramiento”.


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