Palabras secretario de Gobernación en el 150 Aniversario Luctuoso de Benito Juárez, desde Palacio Nacional - NTCD Noticias
Miércoles 17 de abril de 2024

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Palabras secretario de Gobernación en el 150 Aniversario Luctuoso de Benito Juárez, desde Palacio Nacional

Palabras secretario de Gobernación en el 150 Aniversario Luctuoso de Benito Juárez, desde Palacio Nacional

Palabras secretario de Gobernación en el 150 Aniversario Luctuoso de Benito Juárez, desde Palacio Nacional

_ Con su permiso, señor licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; doctora Beatriz Gutiérrez Muller; doctora Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de Gobierno de la Ciudad de México; maestro Alejandro Murat Hinojosa, gobernador Constitucional del Estado de Oaxaca; licenciada Consuelo Santiago García, presidenta municipal de San Pablo Guelatao, Oaxaca;

Saludo respetuosamente, con afecto al señor embajador de Francia en nuestro país, Excelentísimo Jean Pierre Asvazadourian;

Saludo también al señor embajador de los Estados Unidos de América en nuestro país, Ken Salazar; al señor embajador de la República de Cuba en nuestro país, Excelentísimo Don Marcos Fermín Rodríguez Costa; señoras y señores.

Les confieso que esta mañana, una frase de Bertold Brecht, en la voz de un poeta tropical, me hizo reflexionar sobre nuestro momento histórico.

Los hombres imprescindibles que luchan toda la vida, que son ejemplos mundiales de congruencia, perseverancia, arrojo, determinación y respeto por la libertad. La de aquellos que pese a tener todo en contra, logran trascender en la historia universal.

La historia de seres excepcionales, que transformaron a una nación armados de una increíble visión, de una inquebrantable honradez y de la incansable convicción de luchar siempre por las causas más nobles.

Ciertamente, la historia de nuestro gran país no ha estado desprovisto de la existencia de dichos seres; Y sin duda, el nombre de Benito Pablo Juárez García brilla entre todos ellos. Al nombrarlo, como dijera el excelso poeta veracruzano Rubén Bonifaz Nuño:

Se nombran territorios, mares, aire, torrentes, montañas con nubes; nombramos hombres y mujeres; en su nombre agrupamos nuestras casas, nuestros talleres, nuestros campos; nombramos, al nombrarlo, las mañanas, y los fértiles días y las noches; y decimos pasado justo, y futuro y presente.

La historia y herencia política de Benito Juárez es parte de la memoria colectiva de todos los mexicanos. Es innegable que sobre sus profundas huellas se ha basado la construcción del Estado Mexicano y del proyecto de nación por el que hoy en día trabajamos.

Todos conocemos la historia de sus primeros años. La del indígena zapoteca, huérfano desde la temprana niñez, que padeció de racismo y discriminación, alejado de cualquier esbozo de civilización, en un país desordenado en donde reinaba el analfabetismo, controlado por terribles poderes fácticos y que pese a todo ese universo desfavorable llegó a convertirse en el presidente transformador de una nación, artífice de la revolución liberal y restaurador de la república.

Tenía razón el historiador Héctor Pérez Martínez cuando señalaba que su vida fue una sucesión de accidentes presididos por la esperanza. Frente al destino irremediable, frente al dolor, cuando nadie aguardaba sino el caos y la derrota, su instinto y visión lo llevaron tomar esa actitud no por estoica fatalista, sino porque su espera estaba llena de fe.

Tuvo conciencia de su destino, porque, además éste era el de la ley. Entiendo que, en este tipo de casos, todas las síntesis suenan injustas; son ocasiones en que las palabras no alcanzan a dimensionar la grandeza de sus logros.

El triunfo liberal estuvo repleto de grandes proezas, de un pueblo que asumió su determinación e intelectualidad para crear una estructura de valores guiados por la honestidad, la dignidad y el idealismo. Derrocaron a un dictador megalómano, se enfrentaron a los tres mayores imperios coloniales de la historia y vencieron al ejército francés que en ese entonces era el ejército más poderoso del mundo.

Pero también fue una historia de traiciones, de asesinatos, de servilismo y de resistencia al cambio. Queda de manifiesto que nunca ha sido sencillo enfrentarse a los que añoran un pasado corrupto, a los que medraban con el presupuesto público y a los que anteponían sus intereses, privilegios y prebendas de grupo por encima de los del desarrollo equitativo de una nación.

Juárez intentó privilegiar la reconciliación nacional, aun cuando las fuerzas conservadoras no cesaban en su intento por desestabilizar a su Gobierno.

Durante su mandato tuvo que enfrentarse a propios y a extraños. Luchar contra los grupos nacionales conservadores que se aferraban a mantener los privilegios heredados desde la colonia, así como a potencias extranjeras que se negaban a permitir el progreso del país. Pareciera inverosímil que hubiera voces que se

opusieron a causas tan loables como el expandir la educación con carácter gratuito y laico o a los proyectos nacionales de infraestructura como el de concluir la línea férrea que uniría a Veracruz con la Ciudad de México.

Pese a todo eso, Benito Juárez peleó incansablemente y logró terminar con inercias y cotos de poder históricos que mantenían al pueblo de México reprimido y al margen de una vida justa y digna.

Nunca se cansó de luchar. Siempre con congruencia tanto en su vida pública como en la privada. Luchó como ninguno por un Gobierno Republicano, porque sabía que el federalismo era un paradigma desde el cual podía organizarse nuestra república y con el que se podían erradicar las monarquías, los gobiernos centralistas, el despotismo, las tiranías, oligarquías, plutocracias, dictaduras y demás formas de opresión que había padecido el pueblo mexicano.

La segunda transformación de México que Juárez impulsó, no solamente se trató de crear instituciones y leyes para cimentar los cambios de la vida pública del país. Su lucha también estuvo acompañada de una revolución cultural que buscó suprimir la intolerancia, discriminación y división social, y pudo demostrar que los privilegios de pocos se pueden derrumbar para dar paso a un Estado que busque la justicia y bienestar general para su pueblo.

Citando a nuestro gran Alfonso Reyes: “Por primera vez una conciencia hizo tabla rasa de los hechos amontonados por la casualidad, y comenzó a reedificarlo todo con un plan seguro, con un propósito inquebrantable. Ahora ya no es la naturaleza ciega: ahora es la inteligencia humana. De la frente de Benito Juárez salta la imagen alada de la República”.

No es extraño por lo mismo, que su figura sea un referente constante, una inspiración perseverante en la cuarta transformación que hoy encabeza nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador.

A 150 años de su muerte, recordamos a un héroe nacional por el cual, sin su herencia política, no podríamos construir la nueva historia del México contemporáneo. Benito Juárez creó un legado indestructible que hoy es un pilar inamovible del nuevo proceso transformador por el que día a día trabajamos en el Gobierno de México.

Un día como hoy murió un hombre, pero a través del tiempo siguen vivos sus ideales, que son los mismos que enarbola nuestro presidente al reivindicar la ideología liberal, al luchar, sin tregua, contra las fuerzas que se oponen a la

creación de un nuevo orden social, político y económico que destierre las malas prácticas y efectos negativos que trajeron consigo, en su momento la colonia, y hoy, la herencia de más de 30 años de neoliberalismo.

No faltaron en esos años, las mentes superficiales que intentaron trivializar la obra de Juárez; pero como advirtió Justo Sierra: “Nadie podrá arrancar tu nombre del alma del pueblo, ni remover tus huesos en su sepulcro; para llegar a ellos será necesario antes hacer pedazos la sagrada bandera de la república que te envuelve y te guarda”.

Seguiremos, señor presidente, luchando por mantener vivos estos ideales y por protegerlos de las fuerzas del retroceso democrático. Seguiremos trabajando con todo el compromiso y sin descanso por la revolución de las conciencias, para que las mexicanas y mexicanos cuestionen y actúen para cambiar las condiciones y estructuras que oprimen y castigan a los que menos tienen, a quienes históricamente se les ha negado la dignidad y bienestar que merecen.

La historia de la humanidad puede ser descrita como una lucha entre el progreso humanista y el retroceso conservador que busca mantener a toda costa los beneficios y privilegios de unos pocos. Hoy el movimiento histórico de la cuarta transformación nos impulsa hacia el lado correcto de la historia, en donde se piensa primero en el bienestar de los que menos tienen para construir una sociedad que pueda caminar junta hacia un nuevo orden social más humano.

Ahora nuestra gran nación se mueve con una enorme fuerza que tiene detrás el impulso imparable de millones de mexicanas y mexicanos que votaron, y siguen votando, por la transformación de la vida pública nacional. Juntos, con unidad y reconciliación, lograremos consolidar este proceso y continuar construyendo los cimientos de una nueva historia para México, porque la transformación por la que luchamos no tiene vuelta atrás.

Estoy seguro de que el legado de la transformación que usted encabeza soportará a las nieves del tiempo y será tan indestructible como la de nuestro presidente reformador.

Finalmente, quiero citar a uno de nuestros grandes poetas eternos. A uno que con increíble precisión escribió que toda esperanza parece mar del sur y que, en el transcurso de un viaje en tren por nuestro trópico prodigioso, las horas se adelgazaban, las ceibas se estilizaban y de un modo casi mágico, sobre los kilómetros de la vía, la juventud se prolongaba por diez minutos.

El Carlos maravilloso que cuando se refirió a Juárez escribió que:

Eres el presidente vitalicio, a pesar de tanta noche lúgubre. La República es mar navegable y sereno si el tiempo te consulta.

Y si una flor silvestre puedo dejarte ahora es porque el pueblo siente que en su esperanza adulta tu fe le dará cantos para esperar la aurora.

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