La jícama, también conocida como nabo mexicano, es un tubérculo originario de México y Centroamérica que ha estado presente en la dieta de culturas prehispánicas como la tolteca, mexica, maya y zapoteca. Su nombre proviene del náhuatl “xicamatl”, que significa raíz de agua, lo cual coincide con su composición: 87 por ciento de agua.
Este alimento se distingue por ser un bocadillo de bajo contenido calórico y rico en vitamina C y minerales como potasio, hierro, calcio y magnesio. Gracias a su frescura y fibra, es una opción saludable que puede consumirse cruda con limón, sal o chile piquín, o bien acompañada de frutas, verduras, carnes y mariscos. También se utiliza en sopas, escabeches y como vegetal salteado.
De acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), en 2024 la producción nacional de jícama superó las 182 mil toneladas, provenientes de una superficie cosechada de 6 mil 169 hectáreas, con un valor de producción superior a mil 037 millones de pesos.
Los principales estados productores son Nayarit, con 76 mil 705 toneladas; Morelos, con 28 mil 658 toneladas, y Veracruz, con 22 mil 533 toneladas. En conjunto, estas tres entidades aportaron más del 70 por ciento del volumen nacional.
Disponible durante todo el año —aunque con mayor abundancia entre diciembre y junio—, la jícama se mantiene como un tesoro de la gastronomía mexicana que combina historia, frescura y nutrición, resultado del esfuerzo constante de miles de productores.