_ Un amplio universo de materiales cerámicos y líticos agrupados en más 750 muestrarios, producto de excavaciones arqueológicas en diversos puntos de la República Mexicana desde 1930 hasta la fecha, forman parte del acervo que resguarda el Departamento de Colecciones Arqueológicas Comparativas (DCAC), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Creado hace 25 años, el departamento alberga materiales que van del periodo Preclásico (2500 a.C.- 200 d.C.) a la época decimonónica, recuperados por pioneros de la arqueología en México, como Florencia Muller, quien exploró en la década de los sesenta del siglo pasado Teotihuacan, Cuicuilco y Cholula, así como de Charles Di Peso, responsable de las excavaciones realizadas a finales de los cincuenta en Paquimé y Casas Grandes, Chihuahua.
En esa vasta colección también se localizan materiales recuperados por Beatriz Braniff en varios sitios del Occidente; por Elsa Hernández Pons en el Marqués del Apartado, y por José Antonio López Palacios, Luis Alberto López Wario y Ernesto Rodríguez Sánchez en Plaza Banamex, por mencionar sólo algunos.
La arqueóloga Sara Carolina Corona Lozada, jefa del DCAC, señaló que la riqueza de materiales que conserva el departamento ha llevado a entablar una relación más estrecha con la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), para que los alumnos puedan hacer sus práctica profesionales y, a partir del próximo semestre, tomar una clase de cerámica en las instalaciones del DCAC, y de esta manera tengan contacto directo con un universo de tepalcates de todas las épocas.
“La idea es darle difusión al Departamento de Colecciones Arqueológicas Comparativas, que se conozca más por los maestros, los alumnos y los investigadores; queremos que se convierta en un espacio más dinámico, de consulta y de enseñanza”.
Los muestrarios llegan al DCAC a través del Consejo de Arqueología, instancia que solicita a los investigadores una selección representativa de sus materiales para el acervo del departamento, el cual también custodia materiales procedentes de las bodegas del entonces Departamento de Prehistoria, hoy Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico; de la Bodega Alfonso Reyes, de la Dirección de Salvamento Arqueológico; la antigua ceramoteca del Museo Nacional de Antropología y algunas colecciones particulares, entre ellas la de la arqueóloga Florencia Muller, quien fue una de las iniciadoras de las ceramotecas en el país.
El acervo está organizado por regiones: Maya, Occidente, Altiplano Central, Norte, Costa del Golfo, Huasteca, Guerrero, Oaxaca y Extranjero; cada uno de los muestrarios está almacenado en cajas de plástico etiquetadas con los datos del proyecto de procedencia, nombre del investigador, fecha, sitio, área y tipos cerámicos, con lo cual se ha generado una base de datos interna.
La titular del departamento explicó que los muestrarios cerámicos están constituidos por fragmentos de vasijas, figurillas, sellos, etcétera. “Es raro que contengan piezas completas, pero en ocasiones se logran restaurar piezas semicompletas que son fotografiadas para su registro”.
La especialista dijo que en los tepalcates hay historias interesantes que desentrañar, como la del muestrario del llamado Complejo Hidalgo, en la que se encontraron fragmentos del servicio de mesa utilizado por la alta sociedad mexicana del siglo XIX.
El sitio fue excavado por Francisco González Rul y su equipo de trabajo, conformado por los arqueólogos José Antonio López Palacios, Miguel Hernández Pérez y María de la Luz Moreno Cabrera, en los años setenta, frente a la Alameda Central. “El acervo constituido por más de 30 cajas recoge cerámica prehispánica denominada Azteca III y IV, algunas figurillas y cerámica colonial, porcelana oriental, loza mexicana y europea”.
La arqueóloga Paola González Montero es la encargada de reorganizar el muestrario con el apoyo del arqueólogo José Antonio López Palacios, con el propósito de analizar la loza europea en cuanto a su forma, diseño, función y sobre todo a las marcas de procedencia.
Explicó que una parte del servicio de mesa que usaba la sociedad mexicana decimonónica era de origen europeo, pero con las marcas halladas en el reverso se ha determinado que la mayoría de los fragmentos son de procedencia inglesa.
“Era loza muy ligera, pero al mismo tiempo resistente, por eso tenía mucha demanda entre un sector de la población con poder adquisitivo. Sus diseños son muy bellos, presentan escenas de la vida cotidiana, paisajes, figuras geométricas y fitomorfas”.
La arqueóloga mencionó que la loza europea del Complejo Hidalgo, que forma parte del muestrario, es de color rojo, café, verde y azul, éste último tuvo mayor demanda porque era la competencia de la porcelana oriental.
Hasta el momento se han identificado fragmentos de platos, tazones, platones, tazas, fruteros, así como posibles ensaladeras (algunas semicompletas), para el servicio de mesa, Dicho material, junto con el de otras épocas, corrobora que hubo una ocupación desde la época prehispánica hasta la moderna en el predio donde se construyó el conjunto de edificios del Banco de México, que además fue parte limítrofe de la antigua Ciudad de México.