Aunque el cerebro carece de receptores del dolor, los dolores de cabeza son una experiencia real debido a las estructuras que lo rodean. Meninges, vasos sanguíneos, nervios del cráneo y músculos del cuello y la cabeza poseen terminaciones nerviosas sensibles al dolor, que envían señales al cerebro cuando hay inflamación, tensión muscular o alteraciones en el flujo sanguíneo.
En el caso de las cefaleas tensionales, la causa principal es la contracción o fatiga de los músculos del cuello y el cuero cabelludo, mientras que las migrañas se relacionan con cambios en la actividad neurológica y en los vasos sanguíneos. Estas señales permiten que el cuerpo detecte que algo no está funcionando correctamente en la región craneal.
El dolor de cabeza, por tanto, es un mecanismo de alerta que indica que debemos atender factores externos o internos que afectan estas estructuras, no al tejido cerebral en sí. Comprender el origen del dolor facilita tratamientos más efectivos, dirigidos a relajar músculos, mejorar la circulación o reducir inflamación.
Asimismo, factores como estrés, deshidratación, falta de sueño, consumo de ciertos alimentos o bebidas, e incluso alteraciones hormonales, pueden activar estas fibras nerviosas y provocar cefaleas. Por eso, manejar hábitos de vida saludables contribuye a prevenir la aparición de dolores de cabeza.
Conocer que el cerebro no duele directamente ayuda a enfocar el tratamiento de manera más específica, usando estrategias que actúen sobre los músculos, vasos sanguíneos y nervios implicados, aumentando la eficacia de analgésicos, terapias físicas o técnicas de relajación para aliviar la cefalea.