_ Durante los meses más calurosos del año, el riesgo de intoxicaciones alimentarias aumenta significativamente debido al rápido deterioro de productos como huevos, carne, pescado, lácteos y frutas frescas. Las altas temperaturas y la humedad favorecen el crecimiento de bacterias, por lo que mantener una correcta conservación es esencial para evitar problemas de salud.
Los huevos son uno de los alimentos más sensibles en verano, especialmente si se consumen crudos o poco cocinados. El riesgo de salmonela se incrementa si no se mantienen refrigerados o si se elaboran productos como mayonesa casera o tortillas mal cuajadas sin la adecuada refrigeración. Se recomienda mantener estos alimentos a temperaturas inferiores a los 4 °C y consumirlos poco después de prepararlos.
Carnes, pescados y mariscos también deben tratarse con especial cuidado. En temporada de calor, lo ideal es consumirlos en uno o dos días tras la compra, o bien congelarlos si no se usarán inmediatamente. Dejar estos productos fuera del refrigerador por más de dos horas —o una hora si la temperatura ambiente supera los 30 °C— puede propiciar la proliferación de bacterias nocivas.
Otros alimentos como la leche, yogures y frutas troceadas también requieren refrigeración continua. Esto es especialmente importante durante salidas al aire libre o picnics, donde mantener la cadena de frío puede resultar difícil. Para estos casos, el uso de hieleras o bolsas térmicas es altamente recomendable.
Además, se aconseja descongelar siempre los alimentos dentro del refrigerador y nunca a temperatura ambiente. Con estas medidas básicas de prevención, es posible disfrutar de comidas seguras y saludables durante todo el verano, reduciendo el riesgo de enfermedades transmitidas por alimentos.
