_ La Secretaría de Cultura de la Ciudad de México recibió formalmente el expediente técnico para considerar la tradición de la elaboración de portadas florales en los medios pueblos de Atlalilco-Axomulco, en Iztapalapa, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la capital. Esta manifestación artesanal, impulsada por 13 organizaciones comunitarias, busca ser reconocida por su profundo valor histórico, religioso y cultural.
Durante un acto protocolario en el Archivo Histórico de la Ciudad de México, la secretaria de Cultura local, Ana Francis Mor, destacó que el expediente será evaluado con rigor y sensibilidad, al igual que las flores que componen cada portada. La tradición, explicó, representa la memoria viva de los pueblos originarios y requiere de un proceso cuidadoso para integrarse al patrimonio de la ciudad.
Mariana Gómez Godoy, directora general de Patrimonio Histórico, explicó que la recepción del expediente es el primer paso para activar la participación de la Comisión Interinstitucional, la cual, en conjunto con el Comité Técnico, definirá un Plan de Salvaguarda. Este plan incluirá acciones conjuntas con las comunidades y diversas instituciones para garantizar la preservación de esta técnica floral única.
La alcaldesa de Iztapalapa, Aleida Alavez Ruiz, señaló que las portadas florales no solo tienen valor ornamental, sino que fortalecen la identidad colectiva y son el reflejo de una tradición que ha sobrevivido a través de generaciones. Las organizaciones participantes, entre ellas la Sociedad Florera del Señor de la Cuevita y la Sociedad de Ornatos Florales, han sido claves en su resguardo y continuidad.
Lucio Lara Plata, del Comité de Integración del Expediente, detalló que el documento se elaboró conforme a la Convención de la UNESCO y diversas leyes locales. Por su parte, Víctor Buendía Hernández, presidente de una de las sociedades florales, enfatizó que esta iniciativa no solo reconoce un arte popular, sino que honra la memoria y la dignidad de los pueblos originarios. Las portadas florales, aseguró, son un símbolo vivo de la identidad comunitaria.
