Vínculos seguros y afectuosos protegen a infantes y adolescentes frente al duelo - NTCD Noticias
Jueves 18 de abril de 2024

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Vínculos seguros y afectuosos protegen a infantes y adolescentes frente al duelo

Vínculos seguros y afectuosos protegen a infantes y adolescentes frente al duelo

Vínculos seguros y afectuosos protegen a infantes y adolescentes frente al duelo

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La facilidad de comunicación y expresión emocional en las familias favorece el duelo infantil y adolescente tras una pérdida afectiva, de lo contrario este proceso se ve obstaculizado, consideró Verónica Ruíz González, académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.

La especialista en Psicoterapia Infantil resaltó la necesidad de promover la comunicación, manifestación afectiva en las familias, además de los vínculos seguros y afectuosos, lo cual contribuirá a blindar a niñas, niños y adolescentes frente a los diferentes duelos que experimenten en la vida y puedan transitarlos de manera saludable.

Ruíz González dejó en claro que no es posible resguardarse del fallecimiento de un ser querido, de la separación de la familia de una crisis sanitaria como la que se vive, desastres naturales o cualquier otra catástrofe. “Ello está fuera de nuestro control, pero sí podemos ayudarles mediante mecanismos de adaptación para que hagan frente a una nueva realidad en cualquier circunstancia”.

Una familia saludable acompañará la expresión de emociones y hará uso de sus vínculos afectuosos para ayudar a los infantes en esos procesos dolorosos, añadió la especialista durante su conferencia a distancia “Duelo infantil”, organizada por la FP.

En esta etapa es necesario que los adultos no oculten sus sentimientos, sino que los compartan con los menores. “Llorar juntos, incluirlos, escucharlos, cuidarlos y acompañarlos en estos procesos en familia”, enfatizó.

La académica universitaria destacó que existen parámetros para hablar de un duelo complicado y persistente en este sector, tales como comportamientos desorganizados, disruptivos, inquietud, etcétera. Si estas conductas luego de seis meses de duelo se mantienen, es importante considerarlo como señal de alerta y buscar apoyo psicológico.

Detalló que niñas y niños pueden tener diferentes tipos de pérdida: muerte de alguien cercano o algún juguete; transición de preescolar a primaria, de la infancia a la adolescencia; cambio de domicilio, de escuela, o bien, por la separación de los padres, entre otros.

Indicó que deben realizar las tareas del proceso de duelo; es decir, reconocer la realidad de la pérdida, tanto a nivel emocional como racional; elaborar las emociones relacionadas con la pérdida (tristeza, miedo, dolor, enfado, ansiedad, verguenza o culpa), predominan las negativas, por lo que es importante generar espacios y encuentros donde niñas, niños y adolescentes sean escuchados, consolados y reconfortados.

Además, aprender a vivir en un mundo donde el fallecido ya no está, recolocarlo emocionalmente sin olvidarlo, así como aprender a convivir con su recuerdo para estar el presente.

Es decir, continuó, acompañarlos a comprender la muerte y la separación de acuerdo con su edad y con un lenguaje sencillo. Lo que más afecta a los pequeños es el silencio y que se les excluya; les genera sentimientos negativos como culpa, por ejemplo, que lo ocurrido con su familiar fallecido es por algo que hicieron.

Indiscutiblemente, dijo, habrá ocasiones que ante la pérdida de un ser querido algunos necesitemos atención psicológica. En el caso de los niños, “cuando observemos comportamientos que obstaculizan su desarrollo, decaimiento, disminución en su desempeño académico, daño en su autoestima, la existencia de autolesiones, culpa y enojo exacerbados, sobre todo después de un periodo de seis meses de duelo, es necesario recurrir a atención psicológica”.

Al concluir, Ruíz González subrayó que se ha visto que una parte importante de las familias desarrollará recursos o se fortalecerán incluso después de la adaptación a estas situaciones críticas. Sin embargo, una persona en duelo no requiere una mente brillante que le hable, sino un corazón paciente que le escuche, y eso implica en la infancia un proceso de acompañamiento.

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