Tras la muerte del papa Francisco el pasado 21 de abril, se ha aplicado un método de conservación que permite que su cuerpo permanezca en buen estado durante los días de velación pública en el Vaticano. Aunque cada papa decide previamente cómo quiere ser tratado tras su fallecimiento, en este caso todo apunta a que se ha recurrido a una técnica de embalsamamiento con drenaje sanguíneo, según expertos citados por National Geographic.
Este método, que difiere de la tradicional tanatopraxia aplicada a pontífices como Benedicto XVI y Juan Pablo II, implica retirar la sangre del cuerpo e inyectar una solución de sustancias químicas que incluyen colorantes, alcohol, agua y formaldehído. Esta combinación ayuda a ralentizar la descomposición y mantener una apariencia serena del cuerpo expuesto durante varios días.
El tratamiento del cuerpo del papa Francisco comenzó con una limpieza meticulosa para eliminar bacterias, seguida de la relajación de músculos mediante masajes, y la preparación estética del rostro. Estas prácticas buscan evitar los problemas observados en funerales pasados, como el del papa Pío XII, cuyo rechazo al embalsamamiento tradicional derivó en un rápido deterioro y una crisis dentro del Vaticano.
En ese caso, el cuerpo fue sumergido en hierbas aromáticas y envuelto en celofán, lo que resultó en una descomposición acelerada que obligó al cierre del ataúd y a una posterior reconstrucción del cuerpo, incluso con una máscara de cera. Para evitar un desenlace similar, los responsables del funeral de Francisco han optado por un enfoque científico y cuidadoso, respetando tanto su voluntad como las condiciones sanitarias exigidas.
El funeral del pontífice está previsto para el sábado 26 de abril en la Plaza de San Pedro y se espera la presencia de líderes internacionales y miles de fieles que rendirán homenaje al papa argentino.