Espectáculos / Cultura por: Equipo de redacción Profesionales dedicadas a estudiar, conservar y difundir la antigua Tenochtitlan compartieron sus vocaciones 2020-03-26

Con la actividad “Sueños y vocaciones femeninas”, el recinto se sumó a la convocatoria del Observatorio de Museos “Raquel Padilla Ramos”, del INAH

El pasado Día Internacional de la Mujer, las profesionales dedicadas al estudio, conservación y divulgación de la antigua Tenochtitlan y, en general de la cultura mexica, compartieron sus vocaciones con las jóvenes visitantes del Museo del Templo Mayor (MTM), recinto ubicado a un costado del Zócalo capitalino, epicentro de la marcha feminista.

En salas, bajo la mirada de antiguos dioses y ofrendas, o con la panorámica de la zona arqueológica, 14 especialistas dedicadas a la museografía, la comunicación educativa, la conservación y restauración, la antropología, la historia y, por supuesto, la arqueología, charlaron con chicas de entre 12 y 16 años, sobre los caminos que las llevaron a ejercer estas disciplinas.

Con esta actividad, titulada “Sueños y vocaciones femeninas”, el MTM se sumó a la convocatoria lanzada por el Observatorio de Museos “Raquel Padilla Ramos”, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a propósito de dicha conmemoración; un ejercicio de divulgación que, a su vez, entra en consonancia con el Programa Nacional de Género Equitativa, de la Secretaría de Cultura.

Las expertas del recinto museístico, del Proyecto Templo Mayor (PTM) y del Programa de Arqueología Urbana (PAU), iniciativas de investigación que hurgan en los edificios que formaron parte del recinto sagrado de los tenochcas, convirtieron el espacio en una especie de ágora. Sentadas sobre petates, trataron de ampliar el horizonte profesional de las jóvenes escuchas, desde su experiencia personal.

“La idea de esta actividad, es que las adolescentes y jóvenes se encontraran con quienes hacen posible este museo. Los invaluables objetos que vemos detrás de las vitrinas, son estudiados, resguardados y divulgados por profesionistas, mujeres y hombres por igual, que generamos proyectos para que el público lo disfrute”, comentó Ingrid Guadalupe Hernández, jefa de Comunicación Educativa del museo.

En la última sala, la directora del museo, Patricia Ledesma Bouchan, hablaba con cuatro adolescentes sobre la manera en que se cursa Arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde la teoría y el trabajo en campo están íntimamente ligados. Cabe mencionar que ella coordinó esta licenciatura durante casi cuatro años.

“Los arqueólogos aprendemos sobre la evolución de los grupos humanos a través de los vestigios que dejan, y lo hacemos mediante excavaciones controladas, la cuales nos permiten observar las diferencias entre capas de tierra y determinar cuándo nos encontramos ante restos culturales del pasado. La arqueología es una disciplina apasionante que también requiere que tengas bases o nociones de otros campos, por ejemplo, de la restauración, para no eliminar información valiosa”.

Un consejo que les ofreció, fue no sentirse presionadas en definir su vocación a la primera, pues “podemos darnos cuenta que el camino que tomamos no es el mejor para nosotros, y no pasa nada. Se vale corregir”.

Para la conservadora del espacio museístico, María de Lourdes Gallardo Parrodi, esta actividad fue una oportunidad para compartir “por qué somos lo que somos, y por qué este recinto es importante para nosotras.

“A mí siempre me gustaron los museos, y después, otra de mis inquietudes fue la química. En un momento pensé entrar en la Escuela Militar de Medicina, pero una profesora (desconozco qué vio en mí), me dijo que debía darme una vuelta a la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía.

“Fui a esa escuela, que se encuentra en Churubusco, y algo poderoso ocurrió. Me encantó. La restauración me permitió unir ambas pasiones: los museos y la química, con mi habilidad manual. Mientras cursé la licenciatura nunca imaginé dedicarme a la conservación de bienes arqueológicos, la vida me fue condujo a ella. Hay una cita del antropólogo Daniel Miller que me gusta mucho: Tú haces tu trabajo, pero tu trabajo te hace a ti”.

Detrás de las extraordinarias piezas expuestas en el MTM y el discurso científico que permite comprender su significado, está el imperceptible trabajo en equipo de muchos expertos, reflexionó la arqueóloga Lorena Vázquez Vallín. Ella es parte del PAU, proyecto que —durante las obras de infraestructura que se realizan en el primer cuadro de la Ciudad de México— ha ido definiendo la ubicación de las estructuras que integraban el Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan.

“Cuando realizamos el salvamento arqueológico del Huey Tzompantli, en la calle Guatemala, las arqueólogas éramos más. Cada vez somos más las mujeres que trabajamos en arqueología.

“Es importante tener ejemplos alternos a la idea común sobre los ‘roles femeninos’, en mi caso fue así, quien me influyó fue mi maestra de Historia, Laura Durán, que nos narraba el devenir de las sociedades como procesos, y no a partir de fechas y sucesos. También a través de las anécdotas de uno de mis tíos en sitios de Colombia, Perú, México; él era restaurador, me fui interesando en el pasad0.

“Cuando me adentré en la arqueología, me di cuenta que, de alguna forma, trabajamos con pequeñas pistas, a partir de las cuales podemos reconstruir una historia. Esas evidencias las tenemos que recuperar con suma precisión y cuidado. Una excavación es como encontrarse con una escena del crimen, pero sin delito qué perseguir”. La alegoría de Lorena Vázquez dejó asombrada a más de una chica.

Más adelante, el Museo del Templo Mayor espera replicar este tipo de ejercicios, incluyendo a más integrantes de la familia, entre ellos a los hombres que trabajan en el recinto, en el Proyecto del Templo Mayor y en el Programa de Arqueología Urbana.