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Viernes 19 de abril de 2024

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A partir de iconografía de biombo, analizan la Batalla del 5 de Mayo

A partir de iconografía de biombo, analizan la Batalla del 5 de Mayo

A partir de iconografía de biombo, analizan la Batalla del 5 de Mayo

_ Por su elocuencia y dimensiones, el biombo Batalla del 5 de Mayo ocupa un lugar destacado en el Museo Nacional de las Intervenciones.

Desde que se librara hace 158 años sobre un campo vuelto fango por la tormenta, entre cuerpos bañados de sudor y sangre, la Batalla del 5 de Mayo ha fungido como catalizador del orgullo colectivo. En las estribaciones de los fuertes de Loreto y Guadalupe, bastiones de la ciudad de Puebla, se escribió uno de los grandes sucesos fundacionales del Estado-nación mexicano.

Se trató de un hecho que fue adquiriendo valor no solo en las páginas de los libros de historia, sino también en las pinceladas que dieron lugar a grandes cuadros, entre ellos un extenso biombo, autoría de Miguel Zetina.

La contingencia sanitaria no fue pretexto para dejar pasar la efeméride, los museos Nacional de las Intervenciones (MNI) y Regional de Puebla (Murep), adscritos al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con el apoyo del Consulado de México en Salt Lake City, Utah, organizaron un chat en vivo, en el marco de la campana nacional de difusión “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura.

La bienvenida y moderación del panel estuvo a cargo de Cecilia Genel, directora del MNI, recinto que resguarda el citado biombo, y contó con la participación del cónsul José Borjón, quien insistió en la importancia de esta conmemoración entre la comunidad mexicoamericana.

Al exponer el contexto de esta etapa de la historia nacional, el doctor Faustino Aquino, investigador del MNI y especialista en el tema, señaló que la presencia de tropas francesas en territorio mexicano, era la respuesta de una política expansionista que había extendido sus acciones a suelo americano, aprovechando que los Estados Unidos, bajo el amparo de la Doctrina Monroe, era la única nación con capacidad para impedirlo, pero se encontraba en guerra interna, y con riesgo de perder el sentido y la unión.

Napoleón III, con el reto de igualar la vida y la obra del emperador Bonaparte, había iniciado una campaña de conquista militar, recurso con el que buscaba impresionar al pueblo francés, escéptico de sus capacidades como gobernante. De manera que México se convirtió en uno de sus blancos, acción alentada además por una fracción del Partido Conservador que era promonárquica, mientras que la otra era monroísta.

Aquino expuso que ante la proximidad de las tropas enemigas, el general Ignacio Zaragoza había planteado una batalla en las afueras de Puebla, en un llano al oriente de la ciudad; pero en Amozoc, el general francés Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez, ya había decidido tomar el Fuerte de Guadalupe. Craso error. Cualquier academia militar de la época enseñaba que no se debía intentar el asalto de una fortaleza, situada en una colina, por la dificultad y el alto costo que tendría en vidas”.

La decisión de Lorencez, continuó el historiador, se debió a que contaba con informes falsos de que Zaragoza contaba con 20 mil hombres, cuando él solo tenía seis mil. Por orgullo, confiado en la eficiencia de sus tropas en el asalto y la “ineptitud” de las mexicanas, “decidió hacer algo que iba en contra de toda táctica militar”.

El engrandecimiento del evento redituaría a la postre al Partido Liberal, dando lugar a un triunfo que reivindicaría a México en la escena mundial. Tras la Restauración de la República, la contienda fue recreada en cuadros que le darían ese halo heroico, representaciones de México ante sí y ante el otro, constructores de memoria.

El biombo de Zetina, una lucha en la tierra y en el cielo

Ejemplo portentoso de ese tipo de obras es el biombo Batalla del 5 de Mayo, pintado por Miguel Zetina, en 1872. El historiador Raúl Nivón, director del Murep y del Museo Fuerte de Guadalupe, realizó el análisis iconográfico e iconológico de esta pieza, la cual por su elocuencia y dimensiones (2.50 metros de ancho por 2.24 de alto), ocupa un lugar destacado en el Ex Convento de Churubusco, en la Ciudad de México, sede del MNI.

Esta pintura de caballete se divide en tres secciones, en la superior se observan detalles como cañones que enmarcan la leyenda: “Las armas nacionales se han cubierto de gloria”; y en la inferior están anotadas las fuerzas contendientes de ambos ejércitos como una especie de “tablero de ajedrez”. En la parte central se despliega la gran escena de la batalla, donde destacan cuatro enfrentamientos: tres se libran en la tierra y uno en el cielo.

Nivón, especialista en historia social, política y diplomática de los siglos XIX y XIX, destacó que el Estado Mayor francés, comandado por el conde de Lorencez, aparece “muy discreto, muy oscuro”, en contraste con el papel protagónico de los zuavos, regimientos de infantería argelinos que tenían fama de ser los más fieros. Así, el autor de la pintura engrandece la acción mexicana.

En la primera narrativa los zuavos aparecen enfrentado a las fuerzas de los generales Felipe Berriozábal y Miguel Negrete, y al Batallón Zacapoaxtla armados con machetes. Mientras, en la segunda, se observa al contingente Ligero de Toluca y al Fuerte de Loreto, donde el Regimiento Fijo de Veracruz está repeliendo a un segundo ataque zuavo.

“El tercer enfrentamiento alude al último intento de Lorencez de atacar el Fuerte de Guadalupe de manera frontal, el cual le falla por la dificultad del terreno. Y el último combate lo vemos en las alturas, en ese cielo donde se anuncia la tempestad en que acabaría la batalla”, explicó Nivón.

Zaragoza y Díaz, los ausentes

El director del Murep concluyó que no deja de ser llamativa la ausencia de los generales Ignacio Zaragoza y Porfirio Díaz (que ya había adquirido fama en la Batalla del 2 de abril) en esta magnífica escena. La hipótesis de Nivón es que, Miguel Zetina, dado que desdibujó el protagonismo del Estado Mayor francés en la escena, consideró inconveniente situar la figura de Zaragoza en la misma posición.

En cuanto a Díaz, la fecha de la obra: 1872, da pistas de su ausencia. Para esa fecha “Porfirio Díaz ya estaba movilizando a la gente en La Noria contra la reelección de Benito Juárez, por lo que resultó un personaje incómodo a retratar”, finalizó.


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