_ Junto con su colega José Luis Punzo, destacó el papel que hoy tienen autores, ilustradores y editores de literatura infantil y juvenil, en la difusión de la disciplina.
Con un primer agradecimiento al personal de salud “que lucha por todos nosotros en estos tiempos tan inéditos como funestos”, el arqueólogo Leonardo López Luján, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), rememoró en una videoconferencia, realizada hace unos días, la primera lectura que, siendo niño, le encaminó directamente a la investigación del pasado prehispánico de México.
Como un prólogo a la décima sesión del ciclo “La arqueología hoy”, el cual coordina en El Colegio Nacional (Colnal), institución de la que también forma parte, y en un ejercicio de memoria, el investigador recordó cuando visitó la biblioteca de su padre, el historiador Alfredo López Austin, en busca de aquellos libros que desde temprana edad le formaron en su quehacer.
El primero de ellos, dijo, lo adquirió a los nueve años durante un viaje familiar por Sevilla, España; lleva por título 15 aventuras de arqueología y fue escrito por Claude Appell, en 1971, como parte de una serie de publicaciones antológicas que este autor francés produjo acerca de eventos fantásticos, históricos o del espacio exterior.
Dividiendo tales publicaciones de arqueología en “tipos y subtipos”, ironizó, el director del Proyecto Templo Mayor (PTM) reconoció también que el mercado literario de libros infantiles y juveniles se ha desarrollado continuamente con el paso del tiempo, y hoy es vital para la divulgación académica.
Así, dijo, gracias a historietas cómicas como Los Supermachos, escritas en los años 60 por Eduardo del Río, “Rius”, se han encontrado formas cada vez más diversas de llevar al público joven el interés por culturas como los mexicas o los mayas.
Otros esfuerzos de los que hizo mención son, por ejemplo, la novela gráfica La calavera de cristal (2011), escrita por Juan Villoro e ilustrada por Bernardo Fernández; o bien la traducción al hñañho (otomí) del icónico libro de Antoine de Saint-Exupéry, El Principito, bajo el auspicio de la Alianza Francesa en México.
En concordancia, José Luis Punzo Díaz, investigador del Centro INAH Michoacán, expuso que en los años más recientes los especialistas en arqueología han encontrado proyectos alternos de difusión al trabajar, mano a mano, con autores de literatura infantil.
En el marco de la videoconferencia que este último arqueólogo impartió en el Colnal, ambos especialistas comentaron las experiencias que han tenido al trabajar con autoras como la estadounidense Judy Levin o la mexicana María Yolanda Arguello, en la producción de libros como Tenochtitlan (Levin y López Luján, 2006), dirigido a un sector juvenil; o La cueva misteriosa. Tesoros de la Sierra Madre (2013), en el que Punzo y Arguello adentran a niños y niñas a los sitios arqueológicos que desde hace milenios resguardan las cañadas y las grutas del norte de México.
El interés por la historia, la arqueología o la cultura en general, concluyeron, puede inculcarse desde muy temprana edad gracias a opciones no únicamente literarias, sino también a exposiciones temporales o actividades lúdicas que comúnmente se organizan en museos, y que ahora, en el contexto del confinamiento sanitario para evitar los contagios de COVID-19, se han trasladado a formatos virtuales.
En este sentido, cabe citar las diversas actividades lúdicas que la Secretaría de Cultura y el INAH ofrecen en sus respectivos portales de Internet, así como en la plataforma “Contigo a la Distancia”, donde gratuitamente los infantes pueden acceder a libros, imágenes, catálogos para colorear, mapas, laberintos y muchas más opciones de entretenimiento, la cuales combinan un lenguaje ameno, sin dejar de lado el rigor académico en sus contenidos.