_ Como parte de la Serie “Eduardo Matos Moctezuma”, la experta expuso tres proyectos de restauración de bienes arqueológicos mayas, olmecas y mexicas Además de su función suntuaria, estos permitían a los jerarcas comunicarse con los dioses y asegurar la continuidad del cosmos
En el mundo mesoamericano era vital que materias primas, como la piedra verde, o bienes de origen animal, como las plumas coloridas de las aves, fuesen transformadas en objetos preciosos y de uso ritual, de los cuales dependía la comunicación de los gobernantes y sacerdotes con los dioses y, entre otros aspectos, la continuidad del cosmos.
Como parte de la cuarta sesión en México de la Serie “Eduardo Matos Moctezuma”, organizada por la Universidad de Harvard y la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, en honor del destacado arqueólogo e investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la restauradora Laura Filloy Nadal brindó un acercamiento a la importancia de restaurar bienes arqueológicos y a los efectos que en la antiguedad produjeron los penachos, las máscaras de jade y otros atavíos preciosos.
Al impartir la conferencia Una mirada al pasado desde el presente: (re)construyendo materialidades mesoamericanas entre lo físico y lo efímero, en el Museo Nacional de Antropología, la curadora asociada de Arte Americano Antiguo del Museo Metropolitano de Nueva York expuso tres proyectos de restauración en los que ha participado: la restauración de la máscara funeraria de K"ihnich Janaahb Pakal, antiguo soberano maya de Palenque; de la Ofrenda 4 de la Zona Arqueológica de La Venta, en Tabasco; y de dos mosaicos de plumas que, mencionó, pudieron haberse elaborado en Tenochtitlan.
Filloy Nadal explicó que, aunque las materialidades de los tres conjuntos son diversas –piedras verdes, grises y negras, para el caso de la máscara mortuoria y de la ofrenda olmeca, así como plumas de diversas aves, para los mosaicos–, el común denominador es que fueron hechos para detonar emociones y amplificar su función en la vida comunitaria.
Con la presencia del director general del INAH, Diego Prieto Hernández; del profesor para el Estudio de Latinoamérica de la Cátedra “Neil L. Rudenstine”, de la Universidad de Harvard, David Carrasco; y del propio arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, la restauradora subrayó que los atavíos de elite estaban imbuidos de numerosas cargas intangibles.
“Para entender los efectos de su uso hace falta imaginar, por un momento, los efectos de la luz sobre un penacho elaborado con plumas de quetzal, mientras el portador se desplaza… Vislumbremos el movimiento del gobernante, evocando al quetzal en vuelo con su larga cola ondulante, acompasado por el sonido de los sartales de caracoles que portaba en sus piernas y por el eco cristalino de las placas de fino jade que pendían de su cinturón real”.
Precisamente, dijo, es tarea de los restauradores y conservadores no solo reconstruir la fisonomía de los objetos arqueológicos como los ya descritos, sino también recuperar, “traer al presente la función inicial para la que fueron creados”.
Ejemplificó lo anterior con la máscara de Pakal ‘el Grande’, cuya restauración permitió entender su finalidad: presentar al soberano en el inframundo y ayudarlo en su tránsito por este hasta ser transfigurado en el dios del maíz.
La conferencista agradeció que espacios como la Serie “Eduardo Matos Moctezuma” permitan crear nuevos foros para los investigadores, además de la difusión del conocimiento generado desde el trabajo multidisciplinario.
En este sentido, Eduardo Matos y David Carrasco señalaron que, desde el surgimiento de esta cátedra, en 2016, el énfasis ha sido generar espacios de diálogo y publicaciones que prioricen el quehacer de los investigadores mexicanos.
“La finalidad de nuestra cátedra –concluyó Carrasco– es aprender de México desde la voz de los mexicanos, ya que, al hacerlo, también aprendemos acerca de la naturaleza y la condición de todo lo humano”.