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Viernes 26 de abril de 2024

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Inicia el IX Coloquio Leonardo Manrique, dedicado a la linguística

Inicia el IX Coloquio Leonardo Manrique, dedicado a la linguística

Inicia el IX Coloquio Leonardo Manrique, dedicado a la linguística

_ Durante tres días, la actividad académica virtual contará con la participación de especialistas nacionales y extranjeros; puede ser seguida por el canal de la CNAN en YouTube

Imprescindible en la biografía del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Leonardo Manrique fue un admirado intelectual, académico y funcionario público, quien generosamente compartía sus experiencias y propiciaba el intercambio de conocimientos y la discusión de ideas, las cuales, a partir de la linguística, coincidían transversalmente con las diversas disciplinas científicas y humanísticas para el enriquecimiento de nuestra cultura, destacó el antropólogo Diego Prieto Hernández, director general de la institución.

Al inaugurar, de manera virtual, el IX Coloquio Leonardo Manrique, cuyo tema es “La linguística y sus relaciones con las diversas áreas de la antropología e historia”, el titular del INAH felicitó al comité organizador del evento, por realizarlo en la nueva modalidad de videoconferencias, “lo que permite no solo cuidar la vida, sino también el pensamiento y el vehículo de este, que es la lengua, la palabra”.

Desarrollado por el Instituto, a través de la Coordinación Nacional de Antropología (CNAN), el encuentro académico, transmitido por el canal de este centro de investigación en YouTube, contará —hasta el jueves 13, de 10:00 a 20:00 horas— con conferencias magistrales, ponencias y un programa que muestra la admiración, el cariño, el aprecio y la determinación de honrar la memoria Leonardo Manrique, el mayor impulsor de la linguística en México, particularmente, en la segunda mitad del siglo XX.

Sobre la serie de ponencias virtuales, las cuales se enmarcan dentro de la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, Prieto Hernández subrayó que, hoy como ayer, se alienta la realización de estos encuentros de carácter multidisciplinario e interinstitucional, como elementos necesarios que enriquecen la labor académica y potencian sus alcances y resultados.

“Es la palabra la que hoy festejamos en este gran coloquio de la linguística, de la lengua, y su relación con el corpus intelectual más amplio de la antropología”, indicó.

Tras destacar la participación de especialistas procedentes de instituciones académicas nacionales y extranjeras, como las universidades de Buenos Aires, en Argentina; de Massachusetts, en Estados Unidos, y la Nacional de Altiplano, en Puno, Perú, entre otras, el director general del INAH recordó al recién fallecido Ricardo Melgar Bao, investigador emérito de la institución, a quien dedicó su admiración y cariño en el acto inaugural del coloquio.

“Los colegas del INAH entendemos que la investigación antropológica, no obstante, sus niveles legítimos de especialización, deben tender siempre a la construcción de una visión integral y holística del fenómeno humano, en el que la lengua destaca como el espacio primigenio, constitutivo de todo acto cultural”, puntualizó.

La doctora Paloma Bonfil Sánchez, titular de la CNAN, indicó que este evento convoca a investigadores de distintas disciplinas, quienes con sus trabajos celebran la trayectoria de un antropólogo integral, que llevó su curiosidad a la indagación y su quehacer académico a la docencia, a la investigación y a la interdisciplinariedad, provocando diálogos de lenguajes, epistemologías, intereses y reflexiones en torno a la necesidad, los usos y los espacios del conocimiento.

“Bienvenido el análisis compartido en este noveno ejercicio de encuentro, hoy adaptado a circunstancias que, ciertamente, nos aíslan pero que en sus efectos globales y colectivos también nos siguen convocando y reuniendo en tiempos en los que mirarnos en los ojos de los otros y las otras, en sus huellas y experiencias, sigue siendo urgente y necesario”, expresó.

Por su parte, el maestro Julio Alfonso Pérez Luna, director de Linguística del INAH, resaltó que, desde su primera edición, en 2004, este coloquio se ha realizado de manera puntual cada dos años, marcada por la impronta del profesor Manrique, de su peculiar personalidad multidisciplinaria, la cual lo distinguió tanto en su obra escrita como en su quehacer dentro de los distintos espacios y encomiendas dentro la institución.

El estudio del lenguaje y un discurso guadalupano

El historiador Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología (MNA), dictó la ponencia inicial, titulada La prédica de Mier y la clave del licenciado Borunda, en la cual relató que, en noviembre de 1794, fray Servando Teresa de Mier recibió el encargo de predicar el sermón para la fiesta del Santuario de Guadalupe.

“Al residir en la Ciudad de México, Mier se sabía rodeado de importantes recursos literarios de diversos tipos, de ahí que, al comentar la nueva encomienda con un sacerdote dominico, terminara en la casa de un abogado de la Real Audiencia, José Ignacio Borunda, al que conoció ahí mismo, so pretexto de satisfacer su interés por oír su curiosa versión, sino sobre la aparición, al menos sí sobre nuestra señora de Guadalupe”, refirió.

Así, Borunda le confió a Mier que, para él, la imagen de la guadalupana se remontaba al tiempo en el que predicó en este reino (Nueva España) Santo Tomás, a quienes los indios llamaron Quetzalcóatl. Esta predica, según el propio sacerdote, se daba por buena y cierta en esos territorios, de hecho, la había oído, originalmente, de su propio padre, y no había americano instruido que la ignore o la dude.

Saborit citó al jurista, quien sostenía ante Mier que, “a saber, que la imagen de la Virgen estaba en la capa del propio Santo Tomás, quien la habría legado a los indios como el símbolo de la fe, escrita a su manera, pues es un jeroglífico mexicano de los que llaman compuestos, que lo cifra y lo contiene”.

El abogado afirmaba tener más de 30 años estudiando a los mexicanos y su escritura jeroglífica, y decidió confiar en el religioso poniendo en sus manos una copia manuscrita de su trabajo: Clave general de los jeroglíficos americanos.

El litigante tenía cierta fama de dominar lenguas, por lo que la autoridad virreinal lo requirió como perito para descifrar algunos mensajes del peluquero francés Vicente Lulié, relacionados con lo que sucedía en esos momentos, a finales del siglo XVIII, en su país. “Borunda no sabía francés y las interpretaciones que se permitió fueron extraordinarias, él es al que Mier conoce en 1774, cuya erudición era considera como la de un excéntrico”.

Antonio Saborit narró que, fray Servando Teresa de Mier, en su apología, que no memorias, tras su discurso guadalupano, ante todas las autoridades religiosas y civiles de la Nueva España, “salió muy contento, es muy felicitado, y cuál sería su sorpresa cuando, a la mañana siguiente, se entera que el propio arzobispo Alonso Núñez de Haro, requiere que le entregue su sermón y le retiró su licencia para predicar”.

El religioso minimizó la fuerza de lo que planteó desde el púlpito el 12 de diciembre de 1794, creía que, con dejar intacta la tradición “aparicionista”, estaba del otro lado, y en realidad lo que hizo fue sembrar una narración en torno a la aparición y a la evangelización, propiamente.

“El arzobispo Núñez de Haro, además de requisar el sermón de Mier, mandó recoger el manuscrito de Borunda, el cual sería remitido, con el resto del proceso, a la Academia de la Historia, en España. Ante la autoridad religiosa, fray Servando comentó que su discurso se basó en un texto que aún estaba en manuscrito y que llevaba por título Clave general de los jeroglíficos americanos, del cual, los sensores de la Real Audiencia determinaron que compilaba ‘falsos y fabulosos sucesos, prodigios y milagros’, concernientes al establecimiento de la Iglesia en América”, puntualizó.

El director del MNA destacó que la obra de José Ignacio Borunda fue producto de la Real Cédula, que convidaba a los estudiosos a descifrar los enigmas encerrados en las esculturas de la Piedra del Sol y la Coatlicue, halladas a finales de 1790. Tras el sermón del fraile, el escrito del abogado desapareció sin dejar rastro, iniciando así su mito.

“Los efectos de la Clave general de los jeroglíficos americanos, en su calidad de leyenda, fueron más poderosos y portentosos que el propio texto, porque pusieron el énfasis, a lo largo del siglo XIX, en la importancia del estudio del lenguaje, no solo como una puerta de acceso, sino como la manifestación de la singularidad y la civilización de las comunidades indígenas”, concluyó.

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